30.8.11

Inversión de impacto, rentabilidad financiera y social

(Extracto del texto publicado originalmente en El Economista)

Era el año 2007 cuando Álvaro Rodríguez Arregui dejó su puesto como Director de Finanzas de Vitro, e inspirado por la mezcla de negocio y desarrollo social que encontraba en las microfinancieras fundó Ignia, el primer fondo de inversión de impacto en América Latina.

La inversión de impacto, también conocida como inversión social, consiste en colocar capital en empresas que generan beneficios sociales o ambientales y que además son rentables financieramente.

En años recientes, el tema ha migrado de la periferia de los activistas a la base de las instituciones financieras y, de acuerdo con datos del Aspen Network of Development Entrepreneurs (ANDE), con base en Washington D.C., los fondos de este tipo en el mundo ya suman más de 220. Randall Kempner, director ejecutivo de ANDE, interpreta el surgimiento de la inversión de impacto como una reacción a los resultados poco satisfactorios del modelo tradicional de desarrollo.

Los mecanismos de inversión en el mercado social no son radicalmente diferentes a los puramente comerciales. De acuerdo con Erik Wallsten, director de Adobe Capital, “un fondo tradicional busca maximizar el retorno, mientras que un fondo de inversión de impacto busca un balance: generar una buena ganancia para los inversionistas y apoyar aquellos sectores que generan un beneficio social o ambiental”.

A finales de 2010, JP Morgan y la Fundación Rockefeller publicaron el reporte Impact Investments: An Emerging Asset Class en el cual evaluaron el potencial de cinco sectores: vivienda asequible urbana, acceso rural a agua potable, salud materna, educación primaria y microfinanzas. El documento estima una oportunidad de inversión de entre 400 mil millones y 1 billón de dólares, con ganancias potenciales que van de los 183 mil millones a los 667 mil millones de dólares durante la próxima década, considerando únicamente los cinco segmentos de mercado estudiados.

Por su parte, estudios de Monitor Institute, organización pionera en la investigación de este sector, arrojan que en Estados Unidos ya se han invertido al menos 26 millones de dólares, con una tasa compuesta de crecimiento anual de 22% entre 2001 y 2007.

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17.8.11

Lo bueno, lo malo y lo feo… de las microfinanzas

La industria de las microfinanzas empezó plagada de escépticos que dudaban que la población de bajos ingresos fuera capaz de pagar sus deudas. Tiempo después, el premio Nobel de la Paz que se otorgó a Muhammad Yunus puso el tema sobre la mesa de empresarios, filántropos y estudiosos del desarrollo. En tiempos más recientes se ha empezado a cuestionar seriamente el impacto real de estas instituciones financieras en el desarrollo social.

El nacimiento formal de las microfinanzas se debe a Muhammad Yunus, quien cuando era profesor de economía una universidad en Bangladesh, descubrió la desatendida demanda de créditos bancarios entre la población de bajos ingresos.

Sin embargo, la banca comercial no estaba dispuesta a prestar a grupos de bajos ingresos, así que realizó algunos préstamos con dinero de su propia bolsa. Al observar que prácticamente todas las personas a quienes había prestado le habían pagado a tiempo decidió fundar el Grameen Bank, también conocido como el banco de los pobres. Actualmente, el Grameen Bank atiende a 5 millones de clientes, la mayoría mujeres, y tiene más de 2,000 sucursales.

En los últimos años el desarrollo de las microfinanzas en América Latina ha sido extraordinario, a tal grado que las instituciones de la región cuentan con cerca de seis millones de clientes. Este crecimiento ha sido el resultado de la entrada de los bancos tradicionales al negocio y de la transformación de ONGs (Organizaciones No Gubernamentales) en entidades financieras formales.

Justamente ese es el caso de la mexicana Compartamos Banco, que dio sus primeros dos créditos como ONG en 1990. En el año 2000 se convirtió en una sociedad financiera de objeto limitado, mejor conocida como Sofol; en 2006 se convirtió en banco y un año después entró a la Bolsa Mexicana de Valores.

Sin embargo, las instituciones microfinancieras han sido criticadas incluso por Muhamad Yunnus, el creador del Grameen Bank, quien considera que en muchas ocasiones se abusa en las tasas de interés. El profesor Yunus prácticamente calificó de “tiburones financieros” a instituciones micofinancieras que, citándolo textualmente, estaban “abusando de los pobres”.

Las microfinancieras obtienen el dinero de la banca de desarrollo a una tasa de interés de 12 por ciento y en algunas instituciones en México lo prestan con un interés de hasta 80 por ciento. Eso explica que en los últimos seis años el número de empresas involucradas en el negocio haya pasado de 10 a más de 150, tan solo en el país. Las instituciones microfinancieras en México ya atienden a poco más de un millón y medio de personas y el monto del crédito que otorgan es en promedio de unos 7,000 pesos.

Otra crítica común que se realiza a este negocio es que en una sociedad con una pobre cultura de finanzas personales, las microfinancieras pueden llevar a la gente a endeudarse de por vida. Es famoso el caso de una mujer en Nicaragua que tenía un pequeño negocio para el cual estuvo pidiendo diversos microcréditos, y al final quedó debiéndole a 19 microfinancieras. La realidad es que el endeudamiento puede hacer mucho más vulnerables a quienes menos tienen ya que los programas de microcrédito no hacen nada por cambiar las condiciones estructurales que crean la pobreza.

Por ello, la gran pregunta sería qué hacer para que las microfinancieras sean efectivas en la promoción del desarrollo. Sin duda, es importante empezar por impulsar la capacidad emprendedora de quienes piden un préstamo para un negocio. Otra propuesta es considerar la fusión de instituciones microfinancieras para hacer frente a los altos costos operativos.

De este tema opinamos la semana pasada en la sección Controversia Responsable del programa Rumbo Responsable que se transmite todos los miércoles en NoticiasMVS-102.5FM de 10:00 a 11:00 pm.

¿Cuál fue nuestra reflexión final en esa ocasión? Concluimos que quizá la clave para lograr que el impacto de las microfinancieras en la población sea más positivo que negativo sea recordar que ofrecer servicios financieros a grupos de bajos ingresos es solo una pieza del rompecabezas y no debemos ceder al sistema financiero toda la responsabilidad de erradicar la pobreza.