20.3.12
La Novia del Santo
21.1.12
Se buscan fondos
Se buscan fondos
20.1.12
Kim Schmitz, fundador de Megaupload
Extracto del texto originalmente publicado en El Economista.
2.12.11
Socorro, la brava
25.11.11
Proteak: árboles que cotizan en la BMV
21.11.11
Nuevos aires para Herdez
Extracto del texto publicado originalmente en la revista Expansión.
20.11.11
El edificio más sustentable de América Latina, en México
Extracto del reportaje publicado en la revista Alto Nivel.
En la colonia del Valle en San Pedro Garza, Nuevo León, se eleva entre los edificios una sorprendente turbina eólica de 16 metros de altura. Esa es la mejor manera de identificar la sede de la empresa Bioconstrucción, la edificación más sustentable en América Latina de acuerdo con LEED (acrónimo de Leadership in Energy & Environmental Design).
LEED es un sistema que certifica la sustentabilidad en construcciones alrededor del mundo. Fue desarrollado en 1998 por el U.S. Green Building Council (USGBC) y se basa en la incorporación de aspectos que disminuyen el impacto ambiental negativo e incrementen la calidad de vida de los ocupantes de oficinas, escuelas, hospitales y casas.
Quizá la cercanía geográfica con Estados Unidos ha contagiado a grupos de arquitectos mexicanos el interés en la construcción ecológica: Ciudad Juárez fue la primera urbe en América Latina en albergar un edificio con certificación LEED, el Centro Internacional de Negocios. Además, la primera edificación que obtuvo el nivel LEED Gold en Latinoamérica fue la Torre HSBC, ubicada sobre Paseo de la Reforma, en el Distrito Federal.
Ulises Treviño, director general de Bioconstrucción, decidió desde un inicio que su oficina debería ser un escaparate de buenas prácticas. “Al construir aspiramos a metas realmente ambiciosas como la neutralidad en emisiones de dióxido de carbono, la autonomía en agua y la generación de excedentes energéticos a través de fuentes solares y eólicas. La certificación LEED Platimun es una consecuencia lógica de haber apostado a estos objetivos tan exigentes”, explica el también Presidente del Consejo Mexicano de Edificación Sustentable.
La sede de Bioconstrucción solía ser una residencia que fue remodelada con materiales extraídos, manufacturados y distribuidos lo más cerca posible del sitio de la construcción, para así disminuir el impacto de transportar insumos de largas distancias. En lo que se refiere al techo, la totalidad de su superficie capta agua de lluvia. La mitad de la azotea está naturada y la otra tiene un piso de madera que brinda sombreado y ventilación. La cisterna de 21,000 litros recoge el agua pluvial para luego bombearla a un tanque de distribución que provee de agua a todo el edificio.
El aire acondicionado fue diseñado para enviar el volumen de refrigerante necesario para cada zona y optimizar así el uso de energía. De forma complementaria, el edificio tiene entradas de luz natural orientadas estratégicamente para aprovechar la iluminación que proporciona el Sol, sin permitir la entrada de calor. Por si fuera poco, generan su propia energía mediante el uso de paneles solares y una turbina eólica.
“Hemos sistemáticamente subestimado la importancia de invertir en el aspecto más valioso de los edificios, que es la experiencia de sus ocupantes”, asevera Ulises Treviño. Por ello, el diseño de las oficinas de Bioconstrucción está totalmente orientado a quienes lo habitan: todos los espacios de trabajo tienen vistas al exterior, es posible regular el ambiente con controles individuales de iluminación y flujo de aire acondicionado. Además, se monitorean los niveles de dióxido de carbono y cuando éstos llegan a subir, se aumenta la renovación del aire en las oficinas.
Aunque los temas relacionados con la energía motivan gran parte del análisis en materia de edificación sustentable, investigaciones del Large Cities Climate Leadership Group dan fe de los beneficios para la salud humana y la productividad derivados de ecotecnias. Por ejemplo, la deficiente calidad del aire en interiores exacerba el asma, las alergias y la propagación de la influenza, además de ser causa del síndrome del edificio enfermo.
5.9.11
Malos empleos en buenas empresas
Ya todos nos enteramos del nuevo escándalo en el mundo de la RSE: la conocida firma textil española Zara compró prendas fabricadas por inmigrantes bolivianos y peruanos sometidos a condiciones de trabajo similares a la esclavitud.
El caso fue revelado por un grupo de periodistas que acompañaron a fiscales del Ministerio de Trabajo de Brasil que liberó a 15 personas que trabajaban en condiciones degradantes en dos talleres clandestinos de Sao Paulo y que fabricaban ropa para la empresa AHA, suministradora de Zara. La controversia es clara: una empresa que reporta sus acciones de responsabilidad social y sustentabilidad, se ve involucrada en un escándalo de explotación laboral.
¿Cuál fue la respuesta de Zara? El grupo español Inditex, propietario de la marca, negó cualquier responsabilidad en las irregularidades y básicamente, le echó la culpa a su proveedor, ya que violó el Código de Conducta para Fabricantes. Sin embargo, las autoridades brasileñas consideran que a pesar de ello, la empresa Zara tiene la obligación de conocer a ciencia cierta cómo se están produciendo sus prendas.
El caso de Zara no es único en tu tipo, otras firmas de diversos sectores se han visto envueltas en escándalos similares, sin embargo, lo que hace la diferencia es la forma en la que se enfrenta el escándalo.
Por ejemplo, Apple encontró en la auditoría anual que realiza en todos sus centros de producción, que tres fábricas de componentes en Asia usaban mano de obra infantil. En este caso, la misma empresa descubrió la situación, la expuso a la opinión pública y tomó medidas estrictas con los proveedores.
La realidad, es que casi todas las grandes empresas subcontratan proveedores y es difícil corroborar que todos cumplen las normas laborales. Sin embargo, como explica Oxfam en su estudio “Moda que aprieta”, las empresas tienen la obligación de garantizar los derechos laborales en toda la cadena de valor como un primer paso para ser auténticamente empresas socialmente responsables, es decir, que la responsabilidad social empieza desde adentro, siendo responsables con quienes hacen posible que la empresa exista.
30.8.11
Inversión de impacto, rentabilidad financiera y social
(Extracto del texto publicado originalmente en El Economista)
Era el año 2007 cuando Álvaro Rodríguez Arregui dejó su puesto como Director de Finanzas de Vitro, e inspirado por la mezcla de negocio y desarrollo social que encontraba en las microfinancieras fundó Ignia, el primer fondo de inversión de impacto en América Latina.
La inversión de impacto, también conocida como inversión social, consiste en colocar capital en empresas que generan beneficios sociales o ambientales y que además son rentables financieramente.
En años recientes, el tema ha migrado de la periferia de los activistas a la base de las instituciones financieras y, de acuerdo con datos del Aspen Network of Development Entrepreneurs (ANDE), con base en Washington D.C., los fondos de este tipo en el mundo ya suman más de 220. Randall Kempner, director ejecutivo de ANDE, interpreta el surgimiento de la inversión de impacto como una reacción a los resultados poco satisfactorios del modelo tradicional de desarrollo.
Los mecanismos de inversión en el mercado social no son radicalmente diferentes a los puramente comerciales. De acuerdo con Erik Wallsten, director de Adobe Capital, “un fondo tradicional busca maximizar el retorno, mientras que un fondo de inversión de impacto busca un balance: generar una buena ganancia para los inversionistas y apoyar aquellos sectores que generan un beneficio social o ambiental”.
A finales de 2010, JP Morgan y la Fundación Rockefeller publicaron el reporte Impact Investments: An Emerging Asset Class en el cual evaluaron el potencial de cinco sectores: vivienda asequible urbana, acceso rural a agua potable, salud materna, educación primaria y microfinanzas. El documento estima una oportunidad de inversión de entre 400 mil millones y 1 billón de dólares, con ganancias potenciales que van de los 183 mil millones a los 667 mil millones de dólares durante la próxima década, considerando únicamente los cinco segmentos de mercado estudiados.
Por su parte, estudios de Monitor Institute, organización pionera en la investigación de este sector, arrojan que en Estados Unidos ya se han invertido al menos 26 millones de dólares, con una tasa compuesta de crecimiento anual de 22% entre 2001 y 2007.
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