Cada vez se habla más de la empresa social, y cada quien la entiende a su modo, lo que ha generado diversas definiciones (y confusiones) de lo que es o no es una empresa social. Y curiosamente, en los últimos siete días me han preguntado en varias ocasiones ¿qué es la empresa social? y ¿cuáles son las diferencias entre una empresa social y una tradicional?
Yo prefiero la definición que aporta Muhammad Yunus, Premio Nobel de la Paz, padre del microcrédito y emprendedor social. Para él, la empresa social es aquella en la que las utilidades no van al dueño o fundador de la empresa, ni a los inversionistas, sino que se destinan a un fin social. Por contradictorio que parezca, podríamos resumirla como “una empresa sin fines de lucro”.
La idea de la empresa social se basa en la necesidad de la distribución de la riqueza, una de las mayores fallas del sistema actual.
Este tipo de organización trabaja con la misma estructura de una empresa dedicada a maximizar beneficios, como las que comúnmente conocemos; solamente que los beneficios obtenidos no son recibidos por los empresarios, sino que se destinan a la sociedad. La transferencia de riqueza se realiza a través tanto del ofrecimiento de precios más bajos, casi al costo, para que sean accesibles a los sectores más vulnerables, como del cumplimiento específico de objetivos sociales.
Por ejemplo, una empresa dedicada a la instalación de pisos de cemento en hogares rurales que aún tienen suelo de tierra. La inversión puede provenir de empresarios, fundaciones o capital de varios habitantes de la comunidad. Esa empresa debe proponerse un objetivo y comprometerse a cumplirlo, y deberá vender sus servicios a un precio que no implique más que la tasa de retorno del capital invertido y los costos generados por su distribución y mano de obra empleada. Las ganancias se verán reflejadas en la consecución del objetivo que se propuso, logrado gracias a los bajos precios y a la participación de los habitantes de la comunidad en la cadena de valor.
La primera empresa social multinacional fue iniciativa de Yunus y Franck Riboud, presidente y director general del Grupo Danone. Se trata de un proyecto en el cual ninguna de las partes obtiene utilidad, su única meta es resolver el problema social de la desnutrición infantil sin beneficiarse de ello. Lanzaron al mercado un yogurt que contiene todos los nutrientes necesarios para la salud durante la infancia. El precio del producto es muy bajo, ya que no se invirtió en la imagen del envase ni en campañas publicitarias.
La productora de lácteos fue establecida como una planta de proximidad, es decir, que se construyó cerca de la comunidad que lo consumirá, con el fin de obtener su materia prima a partir de la producción local, reducir los costos de distribución y generar empleos. Así, los costos de producción son bajos al mismo tiempo que apoya a la economía local.
Para muchos, los objetivos sociales que se ha Yunus pueden parecer distantes; sin embargo, este tipo de empresas tienen metas más realistas que los objetivos que se han propuesto muchas organizaciones multinacionales.
Es interesante que al analizar el papel de la empresa social, Yunus es muy crítico de la responsabilidad social empresarial (RSE), ya que considera que las empresas que la practican sacan a la luz sólo algunos aspectos (los que les convienen), y son muy pocas las firmas que hacen una evaluación neta de su impacto en la sociedad y el medio ambiente, y menos aún las que hacen públicos todos los resultados.
Se buscan empresas sociales mexicanas
Son varios años los que he estado involucrada en el tema, y siempre he admirado la forma en la que se celebran e impulsan a los emprendedores sociales en otros países. ¿Por qué no hacer lo mismo en México? Si conocen alguna empresa social que esté haciendo la diferencia agradeceré que me compartan el caso a letigasca@gmail.com. Celebremos a los emprendedores sociales.
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