Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido. Si ya te tocó quedarte sin suministro de agua potable alguna ocasión sabes de lo que hablo.
Es irónico: en temporadas de lluvia, grandes sectores de la ciudad se inundan a causa de las lluvias, mientras tanto, un gran porcentaje de la población vive un par de días de cada semana sin agua. Sin embargo, parece que ni siquiera así aprendemos la lección. Muchas personas aún desperdician de forma absurda el vital líquido sin mayor motivo que la pura y llana flojera.
Por ejemplo, el señor que mientras se enjabona deja abierta la regadera para que le caiga el agua calientita “y no le de frío”. Tampoco falta el ama de casa que mientras lava los trastes nunca cierra la llave, “para que los platos se remojen”. O la señorita que mientras elige que ropa usará ese día y “en lo que se calienta el agua” deja abierta la regadera media hora, y no pone una cubeta para captar el líquido, porque “no tiene una a la mano”.
Sin embargo, es los fines de semana cuando parece que nuestra mayor irresponsabilidad sale a flote. En estos días es común ver a personas en bermudas y chanclas lavar el automóvil, el patio y hasta la banqueta con la manguera; quizá aún no saben que por éstas acciones pueden recibir una multa de 15,000 pesos.
No obstante, aún tenemos la oportunidad de dejar de lado la flojera y cambiar lo que considero nuestro principal indicador anual de “indiferencia hídrica”: el sábado de gloria del año pasado fueron detenidas 69 personas por jugar con agua en la ciudad de México. Esperemos que aprendamos la lección, y que para el próximo sábado demostremos que aprendimos lo absurdo que es transformar el desperdicio de agua en una forma de festejo.
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