La vida en un país donde predomina el clima frío, las distancias entre las ciudades son largas, la actividad industrial demanda una gran cantidad de energía y los recursos para producirla son únicamente el viento, el agua y la madera no parece un escenario sencillo. Sin embargo, es la realidad cotidiana de Finlandia, una nación que pelea de cerca con otros países nórdicos por el título de el país más sustentable del mundo según estudios de las universidades estadounidenses de Yale y Columbia.
Se llegó a dicha conclusión después de analizar a fondo la situación de 146 países. Otras naciones que destacaron fueron Islandia, Canadá, Noruega, Suecia, Suiza y Austria; así como tres naciones sudamericanas: Guyana, Uruguay y Argentina. Sin embargo, para lograr resultados de ese tipo un factor decisivo es el estilo de vida de la mayoría de la población.
Durante esta breve estancia en Finlandia, día a día me impresiono y aprendo de sus habitantes: para ellos el reuso y el reciclaje son prácticas comunes, de hecho, la tasa de reciclaje de botellas de vidrio es de 98%. De igual manera, en dicho país destaca la responsabilidad social en las empresas: de las 100 compañías más sustentables del mundo, cinco son finlandesas.
Seguramente por este alto compromiso de la sociedad y del sector privado es que ambiciosos proyectos como Viikki han sido un éxito. Se trata de una iniciativa que crea complejos habitacionales totalmente amigables con el medio ambiente y ha sentado precedente como ejemplo de planificación urbana sustentable, lo que jamás hubiera sido posible sin la colaboración de los residentes.
Por ello, creo que uno de los principales factores que hacen posible que un país destaque por su compromiso ambiental es que sus ciudadanos descubran que ningún proyecto gubernamental o de la iniciativa privada tendrá éxito si ellos no son los primeros en exigir, aportar y cooperar.
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